Intentar cambiar a los demás puede ser casi una enfermedad y debilita enormemente a quien lo sufre. Algunos incluso han muerto de tanto desamor y frustración.

Quizás padezcas de esta enfermedad.

Cuando entendemos que sólo podemos influir en las personas, pero no cambiar lo que hay dentro de ellas, comenzamos a tener paz y dejamos de pelear una batalla perdida.

Sólo podemos cambiarnos a nosotros mismos, y aun así, con la ayuda del Espíritu Santo, porque sin Él ni siquiera podríamos hacerlo.

Así que aquí tenéis un post de “remedio” al final del día, para aquellos que están cansados de luchar contra temperamentos, hábitos y comportamientos que se ven en sus allegados y se sienten desanimados por “remar” y no llegar a ninguna parte.

Concéntrate en tu cambio y en tu crecimiento personal y espiritual, ¡y tu testimonio te ayudará más que tus palabras!